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4.1 Teoría narrativa
Luz Aurora Pimentel Veo en las intrigas que inventamos un medio privilegiado por Paul Ricoeur “Innumerables son los relatos del mundo”, decía Barthes en su famosa “Introduction à l’analyse structurale des récits” (1966). Y bien, sí, innumerables, pero no sólo los relatos del mundo sino aquellos que hacen el mundo; de hecho, nuestra vida está tejida de relatos: a diario narramos y nos narramos el mundo. Nuestra memoria e interés nos llevan a operar una incesante selección de incidentes a partir de nuestra vida, de la vida de los otros, del mundo que nos hemos ido narrando; una selección orientada de nuestra experiencia, para llevar a cabo una “composición” que signifique y/o resignifique esa experiencia. Con objeto de ir dibujando un mapa conceptual y práctico de los trabajos realizados sobre el relato, habremos de definirlo de manera más precisa como la construcción verbal, por la mediación de un narrador, de un mundo de acción (y, necesariamente, de pasión) e interacción humanas que evolucionan en el tiempo, y cuyo referente puede ser real o ficcional. Hemos cerrado lo narrativo únicamente a las narraciones verbales, en cuyo centro se ubica el narrador, fuente de la información narrativa, y mediación indispensable del relato. Las narraciones verbales abarcan desde la anécdota más simple, pasando por la crónica, los relatos verídicos, folclóricos o maravillosos y el cuento corto, hasta la novela más compleja, la biografía o la autobiografía. En tanto que narración verbal, entonces, el narrador es condición indispensable en la forma de transmisión del relato. Pero si pensamos en el relato como en un mundo de acción humana, este atributo también le es esencial, incluso cuando los agentes de la acción se nos presenten figurativamente como animales u objetos, porque en todo caso se constituyen siempre en sujetos de una acción que no puede ser calificada de otra manera sino como humana. La historia o contenido narrativo es una situación o un estado de cosas que se transforma en otro. En un relato las transformaciones se encadenan unas con otras de manera sucesiva para construir una secuencia. El principio mismo de sucesión constituye la forma de temporalidadmás elemental: “uno tras otro”, en contigüidad espacial, ésta equivaldría a “uno después del otro” en el tiempo. La transformación de un estado de cosas en otro es siempre una transformación orientada, es decir, con sentido: una secuencia no sólo es cronológica sino lógica. Así, la relación que primero se da en el tiempo-espacio del discurso (uno tras otro), y que luego se traspone a la cronología representada (uno después de otro), acaba desdoblándose en una relación lógica (uno a causa del otro). Mirada desde la sola perspectiva de una transformación operada en el tiempo, la narratividad se nos presenta como la estructura profunda de diversas formas de transmisión de un contenido de acción humana, y no solamente aquella referida a la narración verbal. Greimas, por ejemplo, aborda el concepto de narratividad en dos niveles: las estructuras semio-narrativas que conciernen a la estructura profunda del discurso y que están definidas por la serie de transformaciones de un estado de cosas a otro, y las estructuras estrictamente discursivas que competen a la instancia de la enunciación. Habiendo hecho estas precisiones con respecto a la narratividad, atendamos ahora exclusivamente al modo narrativo de enunciación del relato verbal. Desde esta perspectiva podría incluso llegar a definírselo de la siguiente manera: alguien narra algo a alguien. Definición verdaderamente elemental, incluso banal, pero si partimos de ella podríamos aislar los componentes de lo que llamaríamos un “sistema narrativo”. En las reflexiones que siguen solamente abordaremos, de manera más o menos general, algunos de los componentes que nos parecen centrales a la identidad del relato: a) ¿qué es narrar?, b) la distinción capital entre historia y discurso, c) el narrador como agente de la mediación narrativa, y d) el personaje. |
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