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2.1 El texto narrativo y su propósito comunicativo
V. La esencia de una narración

Camino al trabajo, mientras viaja en el Sistema de Transporte Colectivo, Metro, Antonio Carranza escucha un trío de músicos que se sube a cantar:

El licenciado creía que ese día podía dedicarse por entero a su trabajo, pero no había pensado que iban a asaltarlo más preguntas. Mientras escucha el corrido, le surge una duda: “¿En los versos también existen narraciones?, es decir, ¿existen poemas narrativos?” Carranza Otero cree haberse vuelto loco; en cuanto la pieza termina los músicos recorren el vagón del Metro para solicitar alguna moneda, pero Antonio, queriendo oírlos de nuevo, les da una propina generosa a cambio de que repitan la misma canción. Por fortuna para él, la canción sólo habla de Felipe Ángeles y esta vez no dudaría en saber “quién es el pato”; es decir, el personaje fijo. Mientras la escucha piensa en las acciones que se narran:

1. El general Felipe Ángeles llega a La Aurora.
2. Pierde diez dragones.
3. Se va con los restantes por la serranía.
4. Manda cuatro de avanzada.
5. Pone a los cuatro como vigías.
6. El viejo Sandoval aprehende a esos cuatro.
7. Llegan a donde está el general.
8. Toman prisionero a Felipe Ángeles en el Cerro de la Mora.
9. Lo sentencian a muerte.
10. Ángeles escribe al Congreso de la Unión para solicitar la vida.
11. No le permiten vivir.
12. Les dice a sus compañeros que van a fusilarlo.
13. Canta La golondrina cuando está en prisión.
14. Se acuerda de que en su niñez fue artillero.
15. En la milicia comenzó como niño artillero y terminó como general.
16. El reloj marca la hora de la ejecución.
17. Pide que le disparen al corazón.
18. Dice que no es cobarde.
19. Pide que no le apunten a la cabeza.
20. El músico se despide después de contar la historia
21. Fusilan en Chihuahua al general.

Al tocar el último acorde los músicos le sonríen y el licenciado vuelve a pagarles, pero ahora no quiere que toquen ningún instrumento: quiere que le dicten el corrido, a lo cual ellos acceden intrigados, pero de buena gana. Algunos pasajeros lo miran con curiosidad, otros murmuran, pero en cuanto los músicos descienden del vagón, ya nadie se fija en lo sucedido; sólo Antonio se preocupa por la letra de la historia que ha escuchado:

—¡Cuántas acciones!... pero de todas ellas, sólo unas son importantes... ¿Cuáles serán?

Al margen de la hoja Carranza numera las veintiún acciones... Algunas, por ejemplo, lo que Ángeles canta cuando está prisionero, la mención de sus recuerdos y el reloj, realmente no hacen que la historia avance en el tiempo, sólo la detienen:

—Son importantes, sí... pero seguramente con ellas no se elabora una narración... Es como si yo dijera: “Había una vez un patito que le gustaba cantar. Cuando estaba en el huevo hacía conciertos para un pico y la pata le pedía que se callara. Cuando nació era pequeño, tan pequeño como un...”

Carranza voltea inquieto para verificar que nadie lo hubiera escuchado, si es que sus pensamientos se escaparon:

—¡Qué vergüenza! Un licenciado como yo con esas cosas en la cabeza... Mira hacia el túnel del Metro y vuelve a pensar en el corrido:

 

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